Hay villanos y villanos. Y luego está el Guardián. Él es la personificación del mal en el mundo del juego de rol para pc, Ultima, presente en los capítulos 7, 8 y 9, en la llamada "Edad de las tinieblas". Imaginad lo que supone ser prácticamente un dios, con un musculoso cuerpo, cara de simio y ojos amarillos, potente voz de trueno y que vuestro mayor enemigo sea un simple mortal llamado El Avatar. Claro que quizás no sea tan simple, pues todas las historias lo señalan como el mayor héroe de Britannia, un guerrero y mago sin igual que ya derrotó a otros villanos terribles como Mondain, Minax o Lord Blackthorne.
Pero el Guardián tiene un estilo oscuro, maligno e increíblemente retorcido de luchar contra sus enemigos. Destruir y atacar con su poder al héroe y sus amigos sería demasiado plebeyo. No, el Guardián tiene que invertirlo todo, de la forma más grotesca y burlona que pueda imaginarse. Y el mejor modo de hacerlo es mostrarse como el verdadero héroe, el salvador, el dios liberador del mundo, mientras que el Avatar quede como prácticamente un villano. Profanar los templos más sagrados, convertir a los caballeros heroicos en borrachos cobardes, a los más célebres magos en viejos chiflados, a las castas doncellas en arpías lujuriosas. Esculpir nuestro rostro en el paisaje y hacer que todos los habitantes nos adoren y amen, de forma que llegados a este punto... ¿para qué lucha el héroe ya, si no queda a nadie ni nada que salvar?
Y como punto final, introducirse magistralmente en la misma mente del héroe, hablándole sin parar, poniéndole nervioso, guiándole hacia su propia destrucción, confundiéndole hasta el punto que no sabe donde va, ni que puerta abrir, ni en quién confiar...
Claro que si todo falla, ¡siempre queda dedicarse a otra cosa...!
Pero el Guardián tiene un estilo oscuro, maligno e increíblemente retorcido de luchar contra sus enemigos. Destruir y atacar con su poder al héroe y sus amigos sería demasiado plebeyo. No, el Guardián tiene que invertirlo todo, de la forma más grotesca y burlona que pueda imaginarse. Y el mejor modo de hacerlo es mostrarse como el verdadero héroe, el salvador, el dios liberador del mundo, mientras que el Avatar quede como prácticamente un villano. Profanar los templos más sagrados, convertir a los caballeros heroicos en borrachos cobardes, a los más célebres magos en viejos chiflados, a las castas doncellas en arpías lujuriosas. Esculpir nuestro rostro en el paisaje y hacer que todos los habitantes nos adoren y amen, de forma que llegados a este punto... ¿para qué lucha el héroe ya, si no queda a nadie ni nada que salvar?
Y como punto final, introducirse magistralmente en la misma mente del héroe, hablándole sin parar, poniéndole nervioso, guiándole hacia su propia destrucción, confundiéndole hasta el punto que no sabe donde va, ni que puerta abrir, ni en quién confiar...
Claro que si todo falla, ¡siempre queda dedicarse a otra cosa...!
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