miércoles, 15 de abril de 2009

La sangre alterada


Últimamente a mi alrededor he observado algunas cosas dignas de mención. Parece que es verdad eso que dicen de la primavera, porque mucha gente ha vuelto muy crispada de las vacaciones (aunque algunas personas ya estaban así desde mucho antes). A nivel laboral se nota más por la simple teoría de la "presión": El que está arriba del todo presiona al de debajo, y este al de más abajo, y así hasta llegar al último que recibe todo el peso acumulado. Y aún se espera de que la gente no reviente y rinda más, porque claro, su puesto tiene una cola detrás esperándole con ojos hambrientos. Así que no es de extrañar que la gente vaya como una locomotora, acabe de los nervios y arremeta contra el primero que se cruce, quién muy probablemente sea otra víctima como él.


Pero no todo es la famosa crisis. Antes de la misma había gente así, que se crispa a la mínima, que no aceptan las críticas ni los consejos, que simplemente viven en una burbuja estable en la que oyen lo que quieren oir, y se hace lo que quieren hacer. Y pobre de aquel que se la estalle. En esos micromundos no hay cabida para la sinceridad, es indispensable llevar una máscara, ya que la persona que los gobierna no dejará que nadie intime lo suficiente para ver qué hay tras la suya, porque seguramente piense que es algo que no merece ni la pena (un claro problema de autoestima). Y así, tras esa coraza, pueden permanecer años, inmutables a menos que algo realmente importante les haga cambiar. Pero como dice el Dr. House, "un trauma te cambia sólo si tú querías cambiar antes del mismo", por lo que es posible que haya personas que no cambien jamás pase los que les pase a ellos o a los que tengan cerca. A veces podemos caer en el error por tanto de querer cambiar a esas personas, de romper su coraza, de inculcarles unos valores (amor, amistad, sinceridad, confianza) a partir de ofrecer nuestro propio yo, de dejar que intimen con nosotros, pero terminaremos como los hombres del Mito de la Caverna de Platón. No podemos enseñar la luz a los que siempre viven en la oscuridad, porque hasta podrían querer hacernos daño. Así que simplemente no merece la pena... Hay que aprender a dejarlo estar.




Por otro lado, la primavera es una época idónea para el amor y los romances. Uno ha cumplido esa edad en la que muchos que lo rodean empiezan a ser papás y mamás, y antes de darte cuenta te ves rodeado de bebés por doquier. "¿Es que me hago viejo?". Quizás no, quizás el mundo se esté moviendo más deprisa de lo que esperabas, simplemente. Pero ¿quién ha dicho que tengas que moverte al mismo ritmo que el mundo? Así que a veces las cosas tienen que tener su debido tiempo, su momento preciso. Puede que justamente conozcas a alguien en el perfecto momento de tu vida y a esa persona le suceda lo mismo. Sí, puede que el pasado, el dolor, el sufrimiento y el miedo, te obnuvilen y te impidan intentar ser feliz con alguien. Es lo que llaman "echar cerrojo al corazón".


A veces podemos encontrarnos con alguien con el corazón tan herido que incluso nuestro amor puede hacerlo sangrar aún más. ¿Cómo acercarse a esa persona? ¿Cómo pretender que olvide ese dolor y vuelva a sentir algo, pretender que nosotros seamos esa persona indicada que la hará por fin feliz? ¿Y cómo poder amar a alguien cuando el corazón está tan roto que sólo podemos transmitir ese mismo dolor? Pues no, no podemos... Lo único que podemos hacer (por el momento) es ser nosotros mismos, intentar dar lo mejor de sí, y ser conscientes de que no estamos solos en esa situación, de que ahí fuera, seguramente sin que te hayas dado cuenta, hay alguien como tú, que ha sufrido, ha sentido y ha vivido algo como tú. Quizás un día os encontréis y descubráis que los dos tenéis ese enorme candado en el corazón, pero que no se abre con la llave del otro, sino que juntos, aprendéis a ver que la llave de vuestro corazón está en vuestra propia mano y de nadie más. Dicen que el tiempo cura pero no es así, el tiempo solo te envejece y te da el hueco necesario para reflexionar y que te sucedan cosas. Al final no es cuestión de tiempo, sino de uno mismo, y aún así siempre queda alguna cicatriz, con la que tendremos que aprender a vivir hasta el final.
Pero si algo tienen los sentimientos es que a menudo no se pueden controlar, y el futuro tampoco. Y el pasado, más que ser un estigma debería ser un grado de experiencia y sensatez para que nuestras relaciones futuras con las personas (sea amor, sea amistad) fueran más plenas y mejores. No es malo temer al mañana, pero no debemos dejar que nos domine el miedo hasta el punto de perder la oportunidad de ser felices. Y es que justamente es más doloroso lamentarse por lo que no se hizo que de lo que se ha hecho, porque peor que la tristeza, peor que la decepción, peor que la frustración, es la apatía. La sensación de vacío, de no sentir nada, y por consecuencia, de no hacer absolutamente nada ni por uno mismo ni por nadie, porque nada importa. Un corazón vivo al menos aún es capaz de llorar por lo perdido e intentarlo otra vez en el futuro a pesar de las cicatrices.

Así que mi mensaje para esta primavera es que en lugar de uniros a los que llevan máscara y viven en burbujas del primer párrafo, abráis vuestros corazones. No para que hablen ni para que busquen, sino simplemente, para ser escuchados, para ser encontrados. Porque nunca sabemos lo que sucederá, a la vuelta de la esquina puede estar la persona más importante de tu vida... o tú ser la de la suya.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen post y muy bien elegidas las fotos.