viernes, 13 de junio de 2008

Un Mundo Sin Fin

Por fin terminé la secuela de los Pilares de la Tierra, obra del puño y letra de Ken Follet. Esta segunda parte ocurre en el siglo XIV, dos siglos después de los hechos del final del primer libro y en el mismo área de inglaterra: el condado de Shiring y el priorato de Kingsbridge. La historia se centra en las vivencias de los habitantes de esta región, tanto nobles y pobres, monjes y monjas, jornaleros y campesinos. Aunque claro está, además de todo un largo elenco de personajes peculiares y muy bien definidos, tiene a dos parejas protagonistas principales: Caris, la rebelde e inteligente progresista y Merthin, el ingenioso constructor, por un lado, y Gwenda, la humilde y luchadora y Wulfric, el noble trabajador, por otro.

Como en la anterior parte hay hechos oscuros y trágicos, si bien esta secuela contiene más sexo y más tragedia, también se hace más ligera. Follet describe la vida medieval al detalle y hace hincapié en la perversidad de aquellos que ansían el poder o el mero placer, el abuso de la autoridad eclesiástica o noble, y la terrible desolación producida por la Peste Negra. Traiciones, amoríos, infidelidades, romances, venganzas, penas y alegrías, todo tiene cabida en un magnífico libro del que finalmente puede sacarse una lectura clave: el amor todo lo puede, el tiempo todo lo cura, al que hace el mal siempre termina por pasarle algo malo y sobre todo, que nunca, nunca, es tarde para pedir perdón, para perdonar, para amar o para ser amado. Y es que sin duda no merece la pena desaprovechar la vida con amarguras, pues todos somos meros puntos en este nuestro mundo sin fin.

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