miércoles, 14 de enero de 2009

La Ciudad de Ember



Fue una de las películas que me quedé con ganas de ver del pasado festival de cine de Sitges, y he escogido el poster que más me gustó para ilustrar un poco las buenas maneras que apuntaba el film y que como viene siendo habitual, han terminado en una pequeña decepción. El film no es malo, pero me explicaré tras la sinopsis.

La humanidad peligra debido a una aparente guerra apocalíptica y numerosos científicos e ingenieros deciden esconder a unos pocos elegidos en una ciudad bajo tierra llamada Ember. A la primera alcaldesa de la ciudad se le entrega entonces una caja que solo se abrirá una vez se cumplan 200 años, momento en el cual los habitantes de Ember podrán volver a la superficie. Pero la caja se pierde en el olvido y la ciudad se mantiene en las oscuras entrañas de la tierra más tiempo del debido, por lo que su único medio de energía, un gigantesco generador en su núcleo, está a punto de agotarse, dejando a todos sus habitantes sumidos en las tinieblas sin esperanza. Es aquí donde un grupo de valientes niños entrará en escena.

O eso era lo que en principio debería ser, porque tras la interesante introducción narrativa a modo de cuento te esperas aventuras con niños adolescentes en un mundo de adultos al más puro estilo de los goonies, pero al final no es así. A la película le falta un algo importante, es muy lenta en cuanto a desarrollo, falta expansión de varios personajes (Tim Robbins, Walter Mathau y Bill Murray no salen mal parados pero quedan un poco cojos), algo más de aventuras (¡¿qué hay de esos insectos gigantes?!) y un desenlace un poco más profundo. Leí en algún sitio que el principal defecto era que estaba justo en una zona media, demasiado seria para los niños y demasiado infantil para los adultos, quizás por eso no me haya parecido lo que esperaba, porque no va ni hacia un lado ni hacia otro, se mueve constantemente entre ambos.

Eso sí, la película entretiene, dura una hora y media justita y los escenarios están bien hechos, han cuidado bastante la ambientación, tanto que parece que estemos dentro de algún mundo fantástico de tuberías y vapor al estilo Final Fantasy. Lástima que solo se quedó en eso.

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